miércoles, 21 de agosto de 2013

Caminos

La vida es un camino, y no es sólo una comparación ni una metáfora: la vida es camino. Como todos los caminos, lleva a algún sitio, aunque haya tramos en los que no vislumbras el próximo pueblo al que llegas, si habrá tierra o mar, incluso caminas estando perdido. Pero caminas, caminas, no dejas de caminar; incluso parar es para descansar, coger fuerza y seguir caminando.




 A veces el camino es duro, mucho. Sobre todo cuando no estás preparado, te duelen los pies, te salen ampollas, te puedes lesionar, pero todo eso es parte de un digamos "endurecimiento" para el camino y para la vida. Tropezarse y seguir, que duela, curarse y seguir, y aprender.
A lo largo del camino encuentras parajes maravillosos, entornos idílicos, paraísos en la tierra. Pero como en la vida misma, encuentras también parajes quemados, sucios, desgastados, toscos, hostiles... Frío, calor, lluvia, viento... Gente con prisa, gente tranquila, gente sola, grupos de gente, gente con penas y alegrías, gente gris y gente de arcoiris, al fin y al cabo, gente.

Los puentes. Comunicando y acercando lugares, distancias, pueblos, culturas, hombres...Los puentes son lazos que unen, son caminos de ida y vuelta, facilitan, vinculan, conectan, juntan y separan los caminos.

Los caminos van siempre a algún lado, son dirección hacia, con un destino, son inevitables, siempre estamos haciendo camino hacia alguna dirección, concreta o no, soñada o no, o bien perdidos y sin horizonte pero sin embargo, caminamos. Cuando no caminamos, cuando está el cuerpo en reposo, la mente también camina, navega, está en movimiento de tal forma que sólo con un decidido deseo de aquietarla, se aquieta, se para.

Desde que nacemos comenzamos nuestro camino, la vida es camino, no sé si la muerte será el objetivo, el fin del camino. No importa. Caminemos, es decir, vivamos, soñemos, deseemos, tropecemos y crezcamos por el camino. También a veces, para encontrarse hay que perderse, y perdiéndote y saliéndote de la ruta marcada, conocemos otros paisajes, otras gentes, otros caminos y aprendemos.

Ahora que ando perdida, que camino sin rumbo fijo, sigo caminando y camino... golpe a golpe, verso a verso...



martes, 6 de agosto de 2013



Debe ser por un recuerdo ancestral de hembra humana que...
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El grito

No me paro a valorar ahora si  fueron justos o injustos, pero sí todos muy dolorosos.

A la mujer adulta que soy hoy, le sigue doliendo el grito. El grito despierta una emoción antigua, que tira del fondo, fondo y la memoria comienza rápida e implacable a recordar lo sentido, a ponerte en el corazón esas emociones pasadas: eso sentido era profundo desamparo, tristeza y desconsuelo. Ni siquiera hubo rabia, ni siquiera rencor pequeño, ni enfado, sólo dolor puro y silencioso.

Pueden haber pasado los años, cambiado las cosas, girado el mundo... pero hay cosas que reposan en el fondo, semi dormidas, que en un segundo se vuelven presentes y te mudan el ánimo con violencia, como un remolino que no sabes de dónde ha salido. Quizá crecer sea eso, ser más consciente de lo vivido, sentir la emoción y dejarla marchar; coger aire, soltarlo, abrazar a la niña y volver a sonreír.




Conversaciones con soledad

Hoy he decidido pasar el día sola, mejor dicho, no sola, en compañía de mi misma. Y me he dedicado a escribir estas reflexiones.


En diccionario VOX escolar de la lengua española, edición de 1989, mi primer diccionario que aún conservo bien cuidado y con cariño, busco la palabra “soledad”. Y este libro gordito de hojas amarillas nos dice en la entrada de la palabra: soledad f. Carencia de compañía.// Pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguna persona o cosa. // Lugar desierto o tierra no habitada.// Tonada andaluza de carácter melancólico.// Copla que se canta, y danza que se baila con esta música.


Busco en el diccionario digital de la RAE  en su vigésimo segunda edición, la misma palabra, y nos dice: soledad (del lat. solitas, -atis). 1. f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.2. f. Lugar desierto, o tierra no habitada. 3. f. Pesar y melancolía que se sienten por la muerte o pérdida de alguien o algo. 4. f. Tonada andaluza de carácter melancólico, en compas de tres por ocho. 5. f. Copla que se canta con esta música. 6. f. Danza que se baila con ella.


Ambas definiciones coinciden en “la carencia”, es decir, en que falta algo, en este caso te falta compañía. Que algo falte tiene un significado negativo: me falta valor, me falta tiempo, me faltan recursos…. Me falta compañía = soledad, según estas acepciones. La RAE incluye el carácter voluntario o bien involuntario de esta carencia; podemos elegir esta carencia o que venga impuesta. Incluso aunque sea algo elegido, la palabra siempre tiene un soniquete negativo, triste, que da  incluso pena. Incontables las canciones que hablan de la soledad en ese sentido.¿Es lo mismo estar sola que sentirse sola? Puedes estar rodeada de cientos de personas y sentirte sola, de igual forma puedes estar sola y no sentirte sola. Esta carencia de compañía puede ser por tanto física, el hecho de no tener a nadie al lado, cerca  (me refiero a personas y a animales, tal vez plantas) y también puede ser emocional o psicológica, de carácter afectivo. Puedo sentirme sola con mi pareja al lado, con mis amigos en un bar de copas. ¿Y de qué depende esta segunda soledad? ¿es que no hay nadie con quien compartir, hay falta de esa compañía emocional, o en el fondo cuando se siente es que estamos regañadas con algún aspecto de nosotras mismas y necesitamos a los demás para escapar de ese estar a solas (que no es lo mismo que estar sola)? ¿Por qué no nos sentimos bien estando solas, por qué es un casi un imperativo social estar constantemente en compañía de alguien?


Aquí me parece muy esclarecedor e interesante un artículo de Marcela Lagarde que se llama “La soledad y la desolación”. Otra vez busco en la RAE: desolación 1. F. Acción y efecto de desolar o desolarse. Desolar (del lat. desolare) 1. tr. Asolar (destruir, arrasar). 2. tr Causar a alguien una aflicción extrema. 3. prnl. Afligirse, angustiarse con extremo. ¿Puede ser esto a lo que se refieren las acepciones anteriores: Pesar y melancolía que se sienten por la muerte o pérdida de alguien o algo?En su artículo Marcela distingue entre soledad y desolación, y rescata el valor positivo de la soledad y diferencia ambos conceptos que no son lo mismo, pero que confundimos constantemente, sobre todo, como en la cultura patriarcal no puede ser de otra forma, las mujeres. Vamos a echarle un vistazo, más bien lo voy a reproducir literalmente y casi por completo, porque no tiene desperdicio.


Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”,  hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres. (…)Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias. (…)La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posibilidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad. (…)El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.


La desolación es un dolor profundo, algo ha sucedido que ha arrasado con todo, como un incendio que ha convertido una tierra fértil en un paraje yermo; es un gran dolor, casi insondable, una pérdida, y de ella deriva la nostalgia. Esto no es la soledad, y el problema es cuando sentimos la desolación y lo llamamos soledad, o cuando estamos solas, con nosotras mismas y nos sentimos desoladas, vacías, con una gran pérdida, una profunda pena, como un cuerpo triste. Ahí, me uno con Marcela Lagarde a la reivindicación de la soledad en general, pero en concreto, en clave femenina, como un espacio estupendo para crecer, para crear, para dudar, para pensar, para estar contigo misma, para disfrutar, para sentir a solas, sin miedo, sin pensar que estamos abandonadas. Estar sola no es estar abandonada, no es desolación, y para ello hay que darle la vuelta a todo: hay que sembrar dentro, hay que quererse mucho, cuidarse, escucharse, valorarse, disfrutar del ser de una que es algo especial, que no hay dos iguales, que es esencial y tal vez finito…. Todo esto no está reñido al placer infinito de compartir con los demás, de ser social, de disfrutar con la presencia de personas que colorean más nuestra vida, que añaden matices, con quiénes somos; sin olvidarnos de este espacio esencial, íntimo, interno, necesario, bello, que es el estar a solas con una misma. Cultivar este terreno hermoso permite no tener miedo a hacer cosas sola, no sentirte desdichada ni abandonada si algún día no tienes planes con alguien, no necesitar compañía a cualquier precio y no establecer relaciones de dependencia afectiva y apego.


Y ahora, en esta tarde conmigo en casa, le he puesto carmín a mis labios, he abierto las ventanas porque el calor es sofocante, escucho una cadena de música carca que hace poco he descubierto, y voy a comerme un helado.


Necesitamos a los demás pero no a cualquier precio y no a cada instante; creo que necesitamos más estar a gustito con nosotras mismas y disfrutar de estos días espléndidos a solas y terminar con esa sensación aprendida de desolación profunda cuando estamos solas. Se trata de estar más y mejor con nosotras mismas.