Caminos y miradas. Los caminos aquí son de tierra roja, tierra profunda, espesa, tierra que tiñe... y las miradas son diversas, son de curiosidad, son de rechazo, son de interés, son de amistad; la mirada de los niños es pura y triste, y mi mirada está constantemente cambiando.
Me debato entre la rabia y las ganas de llorar, entre el júbilo y la sorpresa, entre la incredulidad y la admiración, como en una montaña rusa, subo y bajo, camino y vuelo...
Hay muchas formas de vida, igual que hay muchas formas de no vida... torbellino de juicios rápidos, eso es lo más fácil: juzgar otras formas de vida, otros haceres... pero sí que hay cosas básicas que no deben escapar a la universalidad, como la salud, la educación, cosas que atañen a la dignidad, entendida como respeto al ser humano, como derecho a que pueda desplegar todas sus potencialidades en sus muchas y diversas formas, pero sin alimento para el cuerpo y sin alimento para la mente, eso es muy difícil.
La mirada nunca está vacía, nunca es neutral, nunca es objetiva, viene de un antes y tiene en mente un después, y por el camino se va transformando. Mi mirada sobre las cosas también, mi mirada de ayer no es ya la de hoy, igual que ningún atardecer puede ser igual.