Después de cuatro años de camino compartido, nuestras sendas en la vida se separan.
Agradezco estos años de buena vida, el convivir y crecer juntos.
No sé por qué, pero cambiamos, cambiaron mis sueños o volvieron a hacerse más fuertes los de siempre, no importa.
Rompí nuestros acuerdos, salí corriendo a abrazar una nueva vida, a sentir que tengo de nuevo las riendas de la mía. Volví a saborear mi libertad.
Me he descubierto no tan santa, no tan transparente, no tan sincera. Me he descubierto humana, no por encima del bien y del mal. Falible. Capaz de defraudar, de herir, con aristas y lados oscuros, con una humanidad que a veces yerra, se equivoca y miente. También atenta a mi ser, conectada con mi deseos y mis sueños.
Siento mucho el daño causado, pero no supe hacerlo de otra forma. Así y todo, asumo mi responsabilidad y me asumo como humana, con mis sombras y mis luces. Sobre todo capaz de volver a empezar. La culpa (grande y pesada), como dice mi amiga, desaparecerá y se convertirá en aprendizaje.
Y sigue el camino, siguen nuestros caminos mientras hacemos camino al andar.
Ojalá con el tiempo podamos crear otros caminos donde encontrarnos.