Hoy he asistido a la inauguración oficial de la estructura
de un futuro colegio católico. La donación
para su construcción la hizo la municipalidad de Bandjoun, de la etnia Banjun
al oeste del país, perteneciente al grupo étnico más amplio de los Bamilike, caracterizados por
ser una gente hábil para los negocios y a los que al parecer, les gusta mucho
el dinero. El acto inaugural comenzaba a eso de las 10 de la mañana, pues hemos
llegado a las 12 y pico y todavía no había comenzado. Horario camerunés. Bajo unas carpas
sentados en sillas se hallaban las principales personalidades del ámbito de la
iglesia católica y las municipalidades de Bandjoum y Sangmélima; el resto de
mortales, incluida la numerosa representación infantil de todos los colegios
católicos de Sangmélima, se achicharraban con la espera bajo el ardiente sol.
Llegó el obispo, y tras monseñor, hubo todavía que esperar un rato al Prefecto
del departamento de Dja et Lobo, un señor vestido de militar, con gorra, muy,
muy bajito y feo, con bigotito, cuya mujer, le saca tres cuerpos, mujer
grandísima de piel muy negra que llevaba con mucho arte unos tacones que no
sucumbían a su peso.
En las ceremonias nunca suelen faltar los medios de
comunicación, una persona con un micrófono que va narrando lo que va a acontecer
y por supuesto, los discursos de las notables personalidades; y entre discurso
y discurso, una actuación. Sí, una actuación. Imagino que, porque si no, nos
aburriríamos como las ostras y porque todo siempre tiene un punto alegre que
sin duda se agradece. Las actuaciones son muy curiosas. Por un lado suele
haber grupos de mujeres, en este caso eran las alumnas del colegio, que bailan
danzas tradicionales, moviendo sus cuerpos, sus caderas de una forma
sorprendente al ritmo de la percusión. Impresionante. También suele aparecer
un hombre o una mujer, que hace un playback, es decir, suena una canción y el
sujeto con el micrófono en mano, se zarandea provocando al público, mientras
simula estar cantando. El 8 de marzo, también vi una actuación, que fue un cómico que en clave de humor, trató el tema de los derechos de la mujer.
Bien, sea cual sea la actuación, siempre se espera que alguien del palco de honor o de la carpa a la
sombra o del público, salga y baile al ritmo de la persona que está bailando y deje algo de dinero, o en el suelo,
o entre la ropa y el cuerpo del artista. En dos ocasiones ya he visto a un
hombre de negocios siempre sentado en las primeras filas, trajeado y alto, que
sale a bailar, y de repente se echa mano al bolsillo y saca un fajo de billetes
que va tirando uno a uno, con parsimonia, sobre la persona que actúa con un deje
de superioridad y altanería que me irrita, mientras que a la gente le encanta.
Cuanto más contoneo, más billetes. Parece ser, que a ese mismo tipo, cuando se
le pide alguna ayuda para el hospital o para alguna escuela, se hace el loco y
no suelta ni prenda. ¿A mí, perdón, es a mí? Otro dato curioso, cuando las
personalidades que dan su discurso, acaban de leerlo y terminan de recibir los aplausos, todos se dirigen al prefecto le saludan formalmente y le entregan
los papeles con lo que han leído. Me pregunto si es porque el prefecto está
algo sordo o porque quiere controlar lo que se ha dicho, o porque, los
colecciona o le sirven de inspiración.
Siguió avanzando la mañana, las danzas
de las mujeres bamileke que viven en Sangmélima, hermosas y grandes mujeres que
bailaban de una forma distinta a las mujeres de etnia bulu de esta zona, más tranquilas,
trazando entre todas un círculo en movimiento, con sus voces entonaban una
bonita canción. Me fijé que se colocaban en los tobillos unas gruesas pulseras
metálicas abiertas para poder ajustarse con facilidad, huecas y con algo
dentro que al caminar y bailar sonaba, como cascabeles, tin-tan, tin-tan. Me
gustaría tener una de esas, ahora que lo pienso. Después, fotos, las
personalidades que se dirigen a la puerta del colegio, el prefecto corta el
lazo, queda inaugurado, todo el mundo aplaude, se visitan las instalaciones,
más fotos, llega el de la radio local, perejil de todas las salsas, y entrevista a las personalidades que bajo el sol comienzan a sudar. Todo el mundo huye en estampida, unos al restaurante para
los invitados al acto
(y otras personas curiosas como yo que se dejan invitar y se acoplan) y la mayoría a sus casas, como los niños y
las niñas sudorosos pero felices porque hoy no ha habido clase y además ya es
viernes.
Aunque haya que ir a ver al obispo y al prefecto un rato bajo el sol...¿Habrá algo mejor en el mundo que un viernes sin cole?
ResponderEliminarQuizá unas vacaciones.
Sí, quizá unas vacaciones. :-)
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