Llegada de noche al
village Nkolang, cerca de la población de Sa’a, un pueblo en medio del boque selva,
sin luz, sin agua corriente, sin que llegase la cobertura del teléfono móvil,
un lugar con árboles, vegetación intensa, calor, caminos de tierra roja, un río
donde la gente va a lavarse y a lavar la ropa, donde los niños juegan, donde
las mariposas de colores inverosímiles aletean, insectos, mosquitos… Llegada
por sorpresa de la blanche,
curiosidad, amabilidad, una acogida bonita en la casa familiar.
He conocido gente y
escuchado historias de vida muy curiosas, de malas magias, de desencuentros; he
estrechado muchas manos entre las mías; sobre todo he disfrutado mucho con los niños y
las niñas, bebés… Y ha sido bello buscar sus sonrisas, escondidas detrás del
miedo a lo desconocido (en realidad, a la desconocida), a lo extraño y nuevo.
Con paciencia y cariño, pudimos vencer las resistencias y compartir la sonrisa,
pude coger sus manitas y estrecharlas, llenarme los ojos de vida, de infancia,
de pureza e inocencia, jugar y reír. Abrir el corazón y sentir la calidez de la
gente, las diversas formas de vida, y que somos todos tan, tan iguales,
esencialmente lo mismo, misma carne, mismo corazón.
También he visto los
mangos colgar de los árboles como cuelgan las bolas del árbol de navidad que
adornan nuestras casas, y saborearlos, deliciosos, jugosos, dulces mangos, pequeños y de piel verde; también árboles
plenos de aguacates, la mandioca, el maíz, los cacahuetes, el cacao… el campo y
la vida en el campo. Tocar la tierra, cavar la tierra y quitar las malas
hierbas bajo la mirada atónita de la gente. Sí, la blanche puede trabajar la tierra, es dura, aunque le piquen sin
piedad los mosquitos y el sol le queme la piel. Cocinar cuatro tortillas de
patatas en un fuego de leña, bajo la noche, junto a los gatos, las gallinas, los
perros y la cabra. He recibido el obsequio de la hospitalidad, de la calidez,
de las frutas y la comida.
Un pueblo es un pueblo, donde sea que este esté. La vida en
este pueblo camerunés no es tan diferente a la vida en el pueblo extremeño de
mis abuelos cuando mi madre era niña, sin agua corriente, sin luz, con iglesia
y un médico, con mercado, con animales y leyendas, con cotilleos y enemistades
vecinales, con amplias familias y niños y niñas trabajando duro en el campo,
con largas conversaciones al calor del fuego o a la luz de un lámpara de aceite
o de una linterna.
No, la vida no es tan diferente.
me encanta, me deja sin palabras ya que transmites unas ganas de vivir y proyectas un mundo mejor jjj disfruta de tu aventura
ResponderEliminar¡Gracias por tu comentario! :-)
ResponderEliminarA veces hay gente cerca, que vive a tu lado o trabajo contigo y que son verdaderos "extraterrestres" de los que nunca entenderás su vida, sus motivaciones, su manera de actuar y sientes que tienes más en común y conectas y ves que en el fondo eres igual que alguien que ha vivido toda su vida a 10.000 Km. de tu casa.
ResponderEliminarMe recuerda a una canción de Quitín Cabrera que decía, "que vida tan diferente la suya y la mía señor presidente"... http://www.youtube.com/watch?v=Tencm_wE7K8
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