Conversaciones con soledad
Hoy he decidido pasar el día sola, mejor dicho, no sola, en
compañía de mi misma. Y me he dedicado a escribir estas reflexiones.
En diccionario VOX escolar de la lengua española, edición de
1989, mi primer diccionario que aún conservo bien cuidado y con cariño, busco
la palabra “soledad”. Y este libro gordito de hojas amarillas nos dice en la
entrada de la palabra: soledad f. Carencia de compañía.// Pesar y
melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguna persona o
cosa. // Lugar desierto o tierra no habitada.// Tonada andaluza de carácter
melancólico.// Copla que se canta, y danza que se baila con esta música.
Busco en el diccionario digital de la RAE en su vigésimo segunda edición, la misma
palabra, y nos dice: soledad (del
lat. solitas, -atis). 1. f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.2.
f. Lugar desierto, o tierra no habitada. 3. f. Pesar y melancolía que se
sienten por la muerte o pérdida de alguien o algo. 4. f. Tonada andaluza de
carácter melancólico, en compas de tres por ocho. 5. f. Copla que se canta con
esta música. 6. f. Danza que se baila con ella.
Ambas definiciones coinciden en “la carencia”, es decir, en
que falta algo, en este caso te falta compañía. Que algo falte tiene un
significado negativo: me falta valor, me falta tiempo, me faltan recursos…. Me
falta compañía = soledad, según estas acepciones. La RAE incluye el carácter
voluntario o bien involuntario de esta carencia; podemos elegir esta carencia o
que venga impuesta. Incluso aunque sea algo elegido, la palabra siempre tiene
un soniquete negativo, triste, que da
incluso pena. Incontables las canciones que hablan de la soledad en ese
sentido.¿Es lo mismo estar sola que sentirse sola? Puedes estar
rodeada de cientos de personas y sentirte sola, de igual forma puedes estar
sola y no sentirte sola. Esta carencia de compañía puede ser por tanto física,
el hecho de no tener a nadie al lado, cerca
(me refiero a personas y a animales, tal vez plantas) y también puede
ser emocional o psicológica, de carácter afectivo. Puedo sentirme sola con mi
pareja al lado, con mis amigos en un bar de copas. ¿Y de qué depende esta
segunda soledad? ¿es que no hay nadie con quien compartir, hay falta de esa
compañía emocional, o en el fondo cuando se siente es que estamos regañadas con
algún aspecto de nosotras mismas y necesitamos a los demás para escapar de ese
estar a solas (que no es lo mismo que estar sola)? ¿Por qué no nos sentimos
bien estando solas, por qué es un casi un imperativo social estar
constantemente en compañía de alguien?
Aquí me parece muy esclarecedor e interesante un artículo de
Marcela Lagarde que se llama “La soledad y la desolación”. Otra vez busco en la
RAE: desolación 1. F. Acción y
efecto de desolar o desolarse. Desolar
(del lat. desolare) 1. tr. Asolar (destruir, arrasar). 2. tr Causar a alguien
una aflicción extrema. 3. prnl. Afligirse, angustiarse con extremo. ¿Puede ser
esto a lo que se refieren las acepciones anteriores: Pesar y melancolía que se sienten por la muerte o pérdida de alguien o
algo?En su artículo Marcela distingue entre soledad y desolación,
y rescata el valor positivo de la soledad y diferencia ambos conceptos que no
son lo mismo, pero que confundimos constantemente, sobre todo, como en la
cultura patriarcal no puede ser de otra forma, las mujeres. Vamos a echarle un
vistazo, más bien lo voy a reproducir literalmente y casi por completo, porque
no tiene desperdicio.
Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a
tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran
impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y
toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha
hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la
soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta
construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar
solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuando vamos muchas
mujeres juntas.La
construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una
de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres,
sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún
cuando sea como recuerdo.Esa
capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos
materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que
desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y
desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable.
Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos
quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos
sentir la desolación a cada instante.Otro
componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las
mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña
la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento
de desolación.La
soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay
otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio
necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener
experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.Para
enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las
mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y
convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.Para
construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica
concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas.
Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que
nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia
vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una
conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real,
material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.La
autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere
desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia,
miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos,
porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que
gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el
yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.Es
por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida
cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión
con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan
interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad
intelectual distinta que pensar frente a otros.Uno
de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar
lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.Otra
cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando
pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de
nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.Si
no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento
dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico,
abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto
significa hacer una revolución intelectual en las mujeres. (…)Las
mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se
vuelve un atributo del género de las mujeres.El
recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos
ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro,
nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de
desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad
propias. (…)La
autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de
creatividad, con posibilidad de pensamiento, de duda, de meditación, de
reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper
el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de
autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo
que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.Necesitamos
romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción; porque
es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace
en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando
que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para
salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales,
que es donde se vive la autonomía.Tenemos
que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías
del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy,
qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas
vitales de la existencia.La
soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía.
Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos
las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como
proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana,
momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental y se
requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda
del estado de soledad. (…)El
trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir
la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción
de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la
experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que
de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto
significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la
existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.Una
demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de
acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir
su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que
estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.
La desolación es un dolor
profundo, algo ha sucedido que ha arrasado con todo, como un incendio que ha
convertido una tierra fértil en un paraje yermo; es un gran dolor, casi
insondable, una pérdida, y de ella deriva la nostalgia. Esto no es la soledad,
y el problema es cuando sentimos la desolación y lo llamamos soledad, o cuando
estamos solas, con nosotras mismas y nos sentimos desoladas, vacías, con una
gran pérdida, una profunda pena, como un cuerpo triste. Ahí, me uno con Marcela
Lagarde a la reivindicación de la soledad en general, pero en concreto, en
clave femenina, como un espacio estupendo para crecer, para crear, para dudar,
para pensar, para estar contigo misma, para disfrutar, para sentir a solas, sin
miedo, sin pensar que estamos abandonadas. Estar sola no es estar abandonada,
no es desolación, y para ello hay que darle la vuelta a todo: hay que sembrar
dentro, hay que quererse mucho, cuidarse, escucharse, valorarse, disfrutar del
ser de una que es algo especial, que no hay dos iguales, que es esencial y tal
vez finito…. Todo esto no está reñido al placer infinito de compartir con los
demás, de ser social, de disfrutar con la presencia de personas que colorean
más nuestra vida, que añaden matices, con quiénes somos; sin olvidarnos de este
espacio esencial, íntimo, interno, necesario, bello, que es el estar a solas
con una misma. Cultivar este terreno hermoso permite no tener miedo a hacer
cosas sola, no sentirte desdichada ni abandonada si algún día no tienes planes
con alguien, no necesitar compañía a cualquier precio y no establecer relaciones
de dependencia afectiva y apego.
Y ahora, en esta tarde
conmigo en casa, le he puesto carmín a mis labios, he abierto las ventanas
porque el calor es sofocante, escucho una cadena de música carca que hace poco
he descubierto, y voy a comerme un helado.
Necesitamos a los demás pero
no a cualquier precio y no a cada instante; creo que necesitamos más estar a
gustito con nosotras mismas y disfrutar de estos días espléndidos a solas y
terminar con esa sensación aprendida de desolación profunda cuando estamos
solas. Se trata de estar más y mejor con nosotras mismas.
¿Y si paensaramos la soledad al revés?. Un desierto, el campo, un prado, es vacio, es ser, el aire, el silencio. Cuando hay alguien ese estado se modifica. Quizá no es que falte alguien en el desierto, sino que sobra cuando lo hay. El desierto no necesita a nadie para ser. Simplemente es.
ResponderEliminarNo toleramos la mirada en el espejo, el silencio, oír la respiración de una misma, sentir el propio cuerpo, saber el color de los sentimientos que escondemos. El silencio es implacable, todo lo muestra.
Mujeres condenadas a ser incompletas por una educación de género. Llegamos a creer que somos naranjas partidas, y no nos damos cuenta de que somos sandías, redondas, fecundas, jugosas, completas. Completas, con nuestro cuerpo enterito y la cabeza para vivirlo.
Podrida educación hace nos que nos hace buscar espejismos, mientras nuestras mentes desoladas abandonan las riendas de nuestra propia vida.
Que razón tienes, confundimos desolación y soledad, sin saber que a veces la soledad es un regalo que no siempre se nos concede para disfrutar