La casa seguía igual, quizá con más flores bonitas que antes.
Rocki, la gata, no estaba, pero sí sus hijas Negrita y Valentina. Quiero pensar
que en su memoria gatuna aún guardaban mi olor o el tono de mi voz, que de
alguna forma me recordaban como yo a ellas; cariñosas como siempre, ellas no
defraudan, no...
Junto con la grata sensación de que la etapa vivida en aquel lugar
se había cerrado, danzando con los recuerdos de los tiempos vividos, se
instauró en mí en esta visita la tristeza del estado actual de las cosas, y la
sensación de que no todos los cambios son buenos...
La gente, los rincones, el horizonte de bosque selva, la catedral
en ciernes, el hospital ahogándose, el juego de la muerte y la vida constante,
la rabia, el dolor, la frustración y la pena, junto con la alegría de algunos
reencuentros y sabores y lugares...
Y vuelvo a los recuerdos de los meses allí pasados, de mi yo
anterior, de lo que erré y de lo mucho que aprendí y viene esta frase a mi
mente " yo ya no soy yo...ni mi casa es ya mi casa..."
Sangmélima, la belle, donde se quedó una parte de mí, donde volver
de visita ha sido agridulce, donde dí y recibí tanto...
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