Hoy comienza febrero. Es sábado por la tarde. Estoy en
Djunang. El sol se ha ocultado tras las nubes y la niebla, es casi como si
amaneciera de nuevo. Huele a quemado, a cenizas, ya están preparando la tierra
para comenzar de nuevo la siembra. Una capa marrón de polvo lo cubre todo. Oigo
motos y pájaros. Sopla una brisa un tanto fresca, pero no mucho; como de
costumbre estoy descalza, sentada en el porche, afuera. Observo cómo cae la
tarde, siento cómo mi estómago no está del todo bien todavía, pienso en el
cierre de ciclos, en el paso del tiempo, en lo seco que tengo el pelo, y miro
mis pies, ya está creciendo una de las uñas y la otra está pronta a caerse.
Ciclos. Crecimiento y renovación. Briznas de cenizas danzan en el aire y se
posan en el suelo. Si tuviera que elegir una palabra para definir cómo me
siento, no la encontraría. A ratos es tranquila, a ratos ansiosa, a ratos
contenta, a ratos aburrida, a ratos te pienso, a ratos quiero llamarte, a ratos
deseo que el teléfono suene, a ratos leo, a ratos sueño, a ratos escribo, a
ratos pinto, a ratos quiero estar sola, a ratos me canso de estar sola, a ratos
perezosa, a ratos llena de energía, a ratos vibro, a ratos canto, a ratos
lloro, a ratos me miro en el espejo y la imagen que veo me guiña divertida un
ojo. A ratos.
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