jueves, 6 de junio de 2013

Momento II

Es el momento de disfrutar el momento.
Es el momento del aquí y el ahora.
Es el momento de este cuerpo, de estas manos, de este pelo.
Es el momento de la lluvia, del viento, de los insectos que aletean.
Es el momento del agradecimiento, de la serenidad, de la vida.
Es el momento de fluir, de soñar, del amor incondicional a mi.

El momento es siempre, el momento es el presente, cada instante.
Es el momento de ser, el momento de agradecer.

Momento

Todo tiene su momento. Ahora el momento, es el momento de la despedida. Todavía quedan días, pero lo vivido es tan intenso, que la despedida debe comenzar ya, poco a poco, de forma interna, cuidadosa.
Y la vida, la vida es tan hermosa, merece tanto la pena, que te lleva una y todas las veces que haga falta, a puntos similares para que vivas, te equivoques y aprendas. La vida, mi vida, crece, se expande, se anuda, se teje, vuela o corre o bien se está quieta, muy quieta, observando. En este instante preciso de la mañana, observo por la ventana. Veo el hospital, las motos que van y viene trayendo pacientes, veo a las enfermeras y a los enfermos, veo el verde de los árboles y de la hierba, el gris del cielo con nubes, la tierra roja. Y me siento viva, muy viva.

martes, 21 de mayo de 2013

Cae la tarde

Cae la tarde de este lunes festivo, 41º aniversario de la celebración del día de la unidad y la integración de Camerún, día en que la parte anglófona del país decidió unirse a la francófona, día grande de múltiples actos oficiales y desfiles.

Cae la tarde, estoy fuera de casa, en el porche, observo la valla de madera que rodea la casa, la torre de agua justo enfrente, las palmeras, el hospital a mi derecha; comienza el sonido de los grillos, una moto se oye pasar a lo lejos. Negrita, una de las gatas, se sube a la mesa, curiosa, y mordisquea el bolígrafo con el que escribo. Comienzo a notar la presencia de los mosquitos por mis piernas.

Cae la tarde, desde dentro de la casa viene el sonido de Marlango. Nubes grises en el cielo, escucho también una tormenta lejana, voces, pájaros. Un señor pasa por delante de la casa, me mira, levanta una mano y me saluda; camina muy despacio, creo que va a los baños.

Cae la tarde festiva, y noto el corte que me he hecho en el dedo este mediodía mientras cortaba a trozos la cebolla. He cocinado spaguettis para mi y para las gatas. Después he dormido la siesta en el sillón. Tal vez he soñado algo, tal vez.

Sigue cayendo la tarde, más sonidos de pájaros se suman al concierto vespertino. Echaré de menos esta calma y esta soledad, esta tierra roja y esta forma en que de repente, te sorprende la tormenta y la lluvia.

Cae la tarde vertiginosa, alumbra el relámpago, retumba el trueno; tengo el sabor del café en la boca, estoy perezosa, aún en el letargo que me ha dejado la siesta. Ya llega, ya llega, ya se anuncia la noche, y recuerdo que una vez escribí " la noche viene lenta y cargada de sueños...".

18.30... y la tarde cayó.

lunes, 6 de mayo de 2013

La vida no es tan diferente



Llegada de noche  al village Nkolang, cerca de la población de Sa’a, un pueblo en medio del boque selva, sin luz, sin agua corriente, sin que llegase la cobertura del teléfono móvil, un lugar con árboles, vegetación intensa, calor, caminos de tierra roja, un río donde la gente va a lavarse y a lavar la ropa, donde los niños juegan, donde las mariposas de colores inverosímiles aletean, insectos, mosquitos… Llegada por sorpresa de la blanche, curiosidad, amabilidad, una acogida bonita en la casa familiar.

He conocido gente  y escuchado historias de vida muy curiosas, de malas magias, de desencuentros; he estrechado muchas manos entre las mías;  sobre todo he disfrutado mucho con los niños y las niñas, bebés… Y ha sido bello buscar sus sonrisas, escondidas detrás del miedo a lo desconocido (en realidad, a la desconocida), a lo extraño y nuevo. Con paciencia y cariño, pudimos vencer las resistencias y compartir la sonrisa, pude coger sus manitas y estrecharlas, llenarme los ojos de vida, de infancia, de pureza e inocencia, jugar y reír. Abrir el corazón y sentir la calidez de la gente, las diversas formas de vida, y que somos todos tan, tan iguales, esencialmente lo mismo, misma carne, mismo corazón.

También  he visto los mangos colgar de los árboles como cuelgan las bolas del árbol de navidad que adornan nuestras casas, y saborearlos, deliciosos, jugosos, dulces mangos,  pequeños y de piel verde; también árboles plenos de aguacates, la mandioca, el maíz, los cacahuetes, el cacao… el campo y la vida en el campo. Tocar la tierra, cavar la tierra y quitar las malas hierbas bajo la mirada atónita de la gente. Sí, la blanche puede trabajar la tierra, es dura, aunque le piquen sin piedad los mosquitos y el sol le queme la piel. Cocinar cuatro tortillas de patatas en un fuego de leña, bajo la noche, junto a los gatos, las gallinas, los perros y la cabra. He recibido el obsequio de la hospitalidad, de la calidez, de las frutas y la comida.

Un pueblo es un pueblo, donde sea que este esté. La vida en este pueblo camerunés no es tan diferente a la vida en el pueblo extremeño de mis abuelos cuando mi madre era niña, sin agua corriente, sin luz, con iglesia y un médico, con mercado, con animales y leyendas, con cotilleos y enemistades vecinales, con amplias familias y niños y niñas trabajando duro en el campo, con largas conversaciones al calor del fuego o a la luz de un lámpara de aceite o de una linterna.  

No, la vida no es tan diferente.

martes, 30 de abril de 2013

Sin lápida


Cae la tarde, él quita las hierbas de su tumba. Me pregunto qué estará pensando, con la azada en las manos, limpiando la tierra bajo la que yace su madre. Igualmente me pregunto qué sentiría yo en su lugar, si quitase las hierbas que han crecido sobre la tumba de mi madre. ¿Pensaría en ella? ¿Hablaría con ella? ¿Qué estaría sintiendo yo en esos momentos, machete en mano, sudando, limpiando también la tumba de mi padre? Nunca pienso en la muerte de mis padres, en ese momento que algún día llegará. Era su adolescencia, en torno a los 14 años, cuando Jean perdió a su madre. Más de veinte años después limpia la tierra bajo la que yace. Aún sigue sin lápida...

sábado, 20 de abril de 2013

Inauguración



Hoy he asistido a la inauguración oficial de la estructura de un futuro colegio católico. La donación  para su construcción la hizo la municipalidad de Bandjoun, de la etnia Banjun al oeste del país, perteneciente al grupo étnico más amplio de los Bamilike, caracterizados por ser una gente hábil para los negocios y a los que al parecer, les gusta mucho el dinero. El acto inaugural comenzaba a eso de las 10 de la mañana, pues hemos llegado a las 12 y pico y todavía no había comenzado. Horario camerunés. Bajo unas carpas sentados en sillas se hallaban las principales personalidades del ámbito de la iglesia católica y las municipalidades de Bandjoum y Sangmélima; el resto de mortales, incluida la numerosa representación infantil de todos los colegios católicos de Sangmélima, se achicharraban con la espera bajo el ardiente sol. Llegó el obispo, y tras monseñor, hubo todavía que esperar un rato al Prefecto del departamento de Dja et Lobo, un señor vestido de militar, con gorra, muy, muy bajito y feo, con bigotito, cuya mujer, le saca tres cuerpos, mujer grandísima de piel muy negra que llevaba con mucho arte unos tacones que no sucumbían a su peso. 

En las ceremonias nunca suelen faltar los medios de comunicación, una persona con un micrófono que va narrando lo que va a acontecer y por supuesto, los discursos de las notables personalidades; y entre discurso y discurso, una actuación. Sí, una actuación. Imagino que, porque si no, nos aburriríamos como las ostras y porque todo siempre tiene un punto alegre que sin duda se agradece. Las actuaciones son muy curiosas. Por un lado suele haber grupos de mujeres, en este caso eran las alumnas del colegio, que bailan danzas tradicionales, moviendo sus cuerpos, sus caderas de una forma sorprendente al ritmo de la percusión. Impresionante. También suele aparecer un hombre o una mujer, que hace un playback, es decir, suena una canción y el sujeto con el micrófono en mano, se zarandea provocando al público, mientras simula estar cantando. El 8 de marzo, también vi una actuación, que fue un cómico que en clave de humor, trató el tema de los derechos de la mujer. Bien, sea cual sea la actuación, siempre se espera que alguien del palco de honor o de la carpa a la sombra o del público, salga y baile al ritmo de la persona que está bailando y deje algo de dinero, o en el suelo, o entre la ropa y el cuerpo del artista. En dos ocasiones ya he visto a un hombre de negocios siempre sentado en las primeras filas, trajeado y alto, que sale a bailar, y de repente se echa mano al bolsillo y saca un fajo de billetes que va tirando uno a uno, con parsimonia, sobre la persona que actúa con un deje de superioridad y altanería que me irrita, mientras que a la gente le encanta. Cuanto más contoneo, más billetes. Parece ser, que a ese mismo tipo, cuando se le pide alguna ayuda para el hospital o para alguna escuela, se hace el loco y no suelta ni prenda. ¿A mí, perdón, es a mí? Otro dato curioso, cuando las personalidades que dan su discurso, acaban de leerlo y terminan de recibir los aplausos, todos se dirigen al prefecto le saludan formalmente y le entregan los papeles con lo que han leído. Me pregunto si es porque el prefecto está algo sordo o porque quiere controlar lo que se ha dicho, o porque, los colecciona o le sirven de inspiración. 

Siguió avanzando la mañana, las danzas de las mujeres bamileke que viven en Sangmélima, hermosas y grandes mujeres que bailaban de una forma distinta a las mujeres de etnia bulu de esta zona, más tranquilas, trazando entre todas un círculo en movimiento, con sus voces entonaban una bonita canción. Me fijé que se colocaban en los tobillos unas gruesas pulseras metálicas abiertas para poder ajustarse con facilidad, huecas y con algo dentro que al caminar y bailar sonaba, como cascabeles, tin-tan, tin-tan. Me gustaría tener una de esas, ahora que lo pienso. Después, fotos, las personalidades que se dirigen a la puerta del colegio, el prefecto corta el lazo, queda inaugurado, todo el mundo aplaude, se visitan las instalaciones, más fotos, llega el de la radio local, perejil de todas las salsas,  y entrevista a las personalidades que bajo el sol comienzan a sudar. Todo el mundo huye en estampida, unos al restaurante para los invitados al acto (y otras personas curiosas como yo que se dejan invitar y se acoplan) y la mayoría a sus casas, como los niños y las niñas sudorosos pero felices porque hoy no ha habido clase y además ya es viernes.

miércoles, 17 de abril de 2013

Atrás

Te he dejado atrás, me digo.

Y más bien, quiero dejar atrás este mí misma ciego y caprichoso,
anhelante y fieramente cabezota

Mi ser empeñado en perder energías en batallas infructuosas cual Quijote,
a la caza de quimeras y molinos de viento para alimentar el pecho

Atrás. Y comienza un nuevo día. Amanece, y ya eres atardecer de ayer,
historia, ya no más presente.