lunes, 17 de septiembre de 2012

En misa

La misa católica en Sangmelima, en una de las iglesias rurales, fue un evento multitudinario. Diez de la mañana, comienzo a la camerunesa, es decir, bastante tiempo más tarde. Entre tanto, la coral, canta, baila, y ameniza la llegada de los fieles. Son las diez de la mañana y ya hace calor, una humedad tremenda y pienso, que otra vez me he olvidado el abanico en casa. Pasadas las diez y media, llegan monaguillos y monaguillas, todo el mundo de pie, llega el cura, bueno, varios curas y sacerdotes, y ayudantes y gente colindante con lo religioso, aumenta la gente, aumenta el calor, aumenta el sudor, aumenta el olor.. me pregunto qué hago aquí, mi curiosidad, respondo, y que es de lo más interesante que de momento puedo hacer un domingo.
De pie, otra vez sentados, otra vez de pie. El cura va hablando en francés y en bulu, la lengua autóctona de estas tierras, los fieles se ríen o aplauden, hacen fila para dar dinero, por turnos, primero los niños y los jóvenes, luego las mujeres, luego los hombres... observo que apenas hay personas mayores, aquí la esperanza de vida es de apenas 50 años. Otra vez de pie, otra vez sentados,,, los bancos son muy bajitos, mis rodillas están rozando la espalda del señor de delante, igual que a mí un niño inquieto me tira de la camisa. Muchos, muchos niños, vestidos de domingo, con sus mejores galas, unos más limpios que otros, unos que duermen, otros que lloran y todos bailan, tienen el ritmo dentro. Ya ha pasado una hora de misa, pero continúa, empieza a llover, por unos momentos parece que dejo de sudar, pero la humedad vuelve intensa. Ahora a darse la paz, ahora la cola para recibir la ostia sagrada. Yo todo lo voy observando, solamente mis compañeras y yo, las únicas tres blancas de la iglesia, y encima dos, no creyentes. Arriba, abajo, creo que esto de levantarse y sentarse es para que la gente no se duerma durante la misa. Mi pituitaria no se acostumbra a los olores fuertes a sudor y humanidad, pero aguanto el tipo, me levanto, me siento, observo y echo en falta mi abanico. Mis pies y mi cuerpo se mueve al ritmo de los cantos y la música, no entiendo apenas nada, pero la misa es alegre. Dos horas largas de misa, parece que va concluyendo, el cura aprovecha y da los comunicados y las nuevas nuevas a la comunidad. Otra vez de pie, otra vez sentados. Coro final. Música. Cómo ansío salir a la calle y respirar.

Respiro y pienso hasta qué punto la religión consuela o ayuda a la gente cuando lo más necesario no se da, cuando no hay justicia, cuando hay miseria.

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