domingo, 22 de diciembre de 2013

Solsticio de invierno

Se acerca la media noche, y comenzará el invierno. A partir de hoy, cada día se llenará un poco más de luz solar, y las noches serán más cortas. Hasta hoy el proceso de oscuridad se ha completado, de noche, de vacío, de ausencia de luz... para volver, una vez más, a llenarse. Vacío que comienza a ser llenado. Es el momento del solsticio de invierno, un buen día para nacer.
Hoy 21 de diciembre, ha sido un día precioso. He sentido muy cerca a mis seres queridos, no ha importado que yo esté lejos; y de la gente de estas tierras, he recibido su cariño y su energía cargada de buenos deseos. Qué bello es vivir, pienso... aunque no siempre los caminos de la vida son fáciles o bonitos o cómodos o ligeros. No importa. He cumplido 34 años y experimento una curiosa alegría al cumplir años, al ir abonando esta tierra que soy. Quedan dos minutos y comienza otro ciclo, otra vuelta más a mi vida, otra etapa, otro nacimiento. Y siento una enorme gratitud dentro de mí. Solsticio de invierno.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Ascenso al Monte Camerún... y descenso

He dejado pasar unas semanas para hablar de este viaje. Por una parte, para recuperar el cuerpo, que aunque rindió mejor de lo esperado, sufrió algunas heridas de batalla; por otra parte, para recuperar el ánimo. Subir fue duro, pero el descenso lo fue más, siempre me ha costado mucho menos subir que bajar...
El monte Camerún, o Fako como lo llaman localmente, es un volcán cuya última erupción tuvo lugar en 2000, todavía se pueden ver los caminos de lava, algo precioso.
Está situado en el golfo de Guinea y es uno de los volcanes más altos de África, con 4.095 metros sobre el nivel del mar. Dicen que es relativamente sencilla su subida y la realizamos en dos días, con un tercero para bajar. Empezamos el ascenso en Buea, la ciudad que está a los pies de la montaña, a unos 1.000 de altitud, después de haber "contratado" al guía local y los porteadores, uno por persona; es obligatorio subir con ellos y pagar un impuesto ecológico. Los porteadores te llevan la mochila, los víveres para comer arriba, el agua, las tiendas de campaña, en fin, que suben unos 30 ó 40 kg cuesta arriba/abajo y atención, en chanclas cangrejeras o en zapatos de domingo. Estos hombres no especialmente musculosos a primera vista como podíamos imaginar, están totalmente acostumbrados a subir constantemente, así se ganan la vida, y suben como gamos, incluso con el peso que llevan encima te adelantan. Cada febrero desde 1973 se realiza una carrera, llamada "carrera de la esperanza", en la que se sube y se baja el monte lo más rápido posible y cómo no, el record lo tiene un camerunés que realizó la carrera en 4 horas y 45 minutos (3h 35 min de subida y 1h 10min de bajada), increíble pero cierto.
Como a medio día iniciamos el ascenso, dura caminata cuesta arriba, atravesando caminos con bosque-selva, sabana y llegamos al refugio 2, que semanas antes se había quemado, y dormimos ahí, con un frío que pela, en tiendas de campaña. El paisaje espectacular, el humor de todos pese al cansancio igualmente espectacular, pese a que siempre, las comparaciones son odiosas, y coincidimos allí con un grupo de alemanes que han contratado un mejor servicio. Sus guías no se han olvidado los cubiertos, les espera fruta fresca pelada, una colchoneta para sentarse a cenar... en fin... pero no se ríen tanto como nosotros, nos consolamos.... Ellos irán mejor preparados, con ropas hi-tech y equipo más profesional y atento... pero apenas se hablan entre ellos y  no les oímos en los dos días que coincidimos, reírse.


Con un maravilloso amanecer comienza el segundo día, ya nos han avisado que es el más duro y el más largo... claro, que no nos lo podemos ni imaginar: subida hasta coronar la cima, pasando por lava seca, zonas humeantes, ascenso, ascenso, cada vez cuesta más respirar.. pero llegamos. 
Claro, llegamos y queremos hacernos unas fotos, disfrutar del momento, que no todos los días se corono un 4.000... pero nuestro guía estaba ya molesto, entre que andábamos para el despacio, nos parábamos para coger aire o para reír,se iba quemando el pobre. Y así, a toda leche, comenzamos el descenso y ahí comenzó el sufrimiento y posterior amoratamiento de mis uñas de los dedos gordos de los pies. Como he comentado más arriba, me cuesta muchísimo bajar, más que subir; es una mezcla de miedo a tropezarme e irme rodando cuesta abajo. Así que es agotador ir de lado, frenando, agarrándome al palo como si me fuera la vida en ello. O simplemente, no me dejo llevar. En fin, la cuesta abajo fue un sufrimiento a todos los niveles, y el coste de llevar un calzado inadecuado para estas lides, tuvo un precio. No sabíamos que todavía nos esperaban varias horas más, de precipicio, tierra negra deslizante, caminos de lava dura y puntiaguda y hermosos cráteres, praderas.... un paisaje cambiante extraordinario. 

Y así, deprisa porque el plan de este segundo día es demasiado largo, como unas 9 horas de camino, y hay que llegar al campamento, donde ya están sentados y cómodos al fuego silencioso el grupo de alemanes. Y después de cenar, y ver las estrellas, a la tienda a dormir. 
Y amanecemos en el tercer y último día de descenso, horizontes magníficos, prados bucólicos, a un lado las montañas, enfrente el pequeño Monte Camerún o Monte Etinde, el océano y la isla de Malabo perteneciente a Guinea Ecuatorial, a lo lejos.

 El camino de hoy es más corto, me siguen doliendo las uñas de los pies y la mano de agarrarme al palo. Descenso, bosque-selva de nuevo, verde rabioso, hormigas también rabiosas, gusanos que se desprenden del cielo y suenan en las hojas como gotas de lluvia. Y por el camino vamos hablando y riendo, y por el camino voy también pensando. El descenso físico comporta un descenso interno, a nivel emocional, a nivel entraña, para mirar y coger fuerzas. Después del viaje, regreso a casa con heridas de batalla, pero la espada con sudor está ya bien afilada y pronta a cortar los lazos con una historia que ya fue, y que en algún momento, fue bonita mientras duró.





miércoles, 18 de diciembre de 2013

Hay dos estaciones: la de lluvias y la seca. Ambas tienen sus pros y sus contras, la de lluvias por el barrizal tremendo que se monta, lo incómodo de la lluvia.. ¿y la seca? No, no es por el calor, no. Es porque toda esa tierra deja de estar compacta, se volatiliza, se fragmenta y se hace polvo. Sí, polvo. Polvo que tiñe los edificios, los árboles de rojo, polvo que impregna la ropa y que colorea la piel blanca. Polvo que se mete en la nariz al respirar, en los ojos, en las uñas y en el pelo. Polvo que se incrusta en la ropa y no sale. Polvo rojo, la poussière, que barniza en esta época todo, y que está en el aire, que no pesa, y que, como dice mi madre, como no tiene huesos entra por todas partes.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

De nuevo diciembre

No me hago cargo de que estamos en diciembre. Con una temperatura media de 15 a 20 grados, en el África ecuatorial. Noviembre ha pasado como un suspiro, ocupadísima, aprendiendo y compartiendo mucho. Después ha seguido un viaje, otra mutación, un descenso para volver a ascender más alto y bajar. Pasó noviembre y no recordé que ya hace dos años que te has ido (pero siempre vives en mí). Pasó noviembre y apenas me acuerdo de ti y de lo mucho que me costó romper aquel lazo invisible que se convirtió en soga. Pasó noviembre, un mes más de desinterés por tu parte y c’est fini por la mía. Estamos en diciembre, navidad blanca resuena lejana, lejos del frío invierno. Estamos en diciembre y no lo parece; pronta a cumplir años, y no lo parece…

jueves, 5 de diciembre de 2013

La casa seguía igual, quizá con más flores bonitas que antes. Rocki, la gata, no estaba, pero sí sus hijas Negrita y Valentina. Quiero pensar que en su memoria gatuna aún guardaban mi olor o el tono de mi voz, que de alguna forma me recordaban como yo a ellas; cariñosas como siempre, ellas no defraudan, no...

Junto con la grata sensación de que la etapa vivida en aquel lugar se había cerrado, danzando con los recuerdos de los tiempos vividos, se instauró en mí en esta visita la tristeza del estado actual de las cosas, y la sensación de que no todos los cambios son buenos...

La gente, los rincones, el horizonte de bosque selva, la catedral en ciernes, el hospital ahogándose, el juego de la muerte y la vida constante, la rabia, el dolor, la frustración y la pena, junto con la alegría de algunos reencuentros y sabores y lugares...

Y vuelvo a los recuerdos de los meses allí pasados, de mi yo anterior, de lo que erré y de lo mucho que aprendí y viene esta frase a mi mente " yo ya no soy yo...ni mi casa es ya mi casa..."

Sangmélima, la belle, donde se quedó una parte de mí, donde volver de visita ha sido agridulce, donde dí y recibí tanto...