martes, 6 de agosto de 2013

El grito

No me paro a valorar ahora si  fueron justos o injustos, pero sí todos muy dolorosos.

A la mujer adulta que soy hoy, le sigue doliendo el grito. El grito despierta una emoción antigua, que tira del fondo, fondo y la memoria comienza rápida e implacable a recordar lo sentido, a ponerte en el corazón esas emociones pasadas: eso sentido era profundo desamparo, tristeza y desconsuelo. Ni siquiera hubo rabia, ni siquiera rencor pequeño, ni enfado, sólo dolor puro y silencioso.

Pueden haber pasado los años, cambiado las cosas, girado el mundo... pero hay cosas que reposan en el fondo, semi dormidas, que en un segundo se vuelven presentes y te mudan el ánimo con violencia, como un remolino que no sabes de dónde ha salido. Quizá crecer sea eso, ser más consciente de lo vivido, sentir la emoción y dejarla marchar; coger aire, soltarlo, abrazar a la niña y volver a sonreír.




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