lunes, 8 de noviembre de 2010

Consuelo y pan

Le ofreció pan blandito y agua fresca, con la tristeza de ver al ser inválido, moribundo y solo en la calle. Se acercó, con sus mejores intenciones, con su mano abierta, para ofrecerle un consuelo, una palabra, una caricia. Pero el perrito callejero, aparte de estar cojo, flaco e irse tambaleando de un lado a otro, tenía miedo, ese miedo que ya no permite, pese al hambre voraz y la sed, acercarse al ser humano. Cómo habrá sido su vida, me puse a pensar, invadida por una sensación extraña entre impotencia y tristeza, mientras le veía alejarse, al borde de la calle, tambaleante, sufriendo, y con la chispa de la vida en el, esa energía que todavía le hacía ponerse en pie y avanzar sin rumbo, pero avanzar. ¿Tiene todo eso algún sentido? -me pregunté... y decidí quedarme con el gesto hermoso de la mano tendida ofreciendo consuelo y pan.

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