jueves, 29 de diciembre de 2011

una mirada al 2011 que termina...

Exactamente hace un año, tomaba el bus de Medellín a Pasto, con toda la ilusión que entraña empezar un viaje, dejando atrás mi querida Colombia. Nuevo rumbo, nueva vida, nuevas experiencias al lado de un viajero con quien deseé permanecer el resto de mis días.
Las uvas del pasado año 2010, me las comí en Ecuador, concretamente en Otavalo. Los rigurosos fríos del enero y febrero español los pasé en la costa ecuatorial, en la playa, tomando el sol, caminando por la arena, viendo hermosos atardeceres, mientras poquito a poco, se iba a empañando ese amor que podía con todo, que perdonaba todo.
También pisé por vez primera Perú, hermoso país de hermosos contornos y hermosas gentes, costa, sierra y selva. Nostalgia y dudas, tiempos difíciles aquí y allá, precioso Cusco y valle de los incas, clases de español para extranjeros adinerados, y la promesa ya rota pero aun inconsciente del futuro incondicional juntos.
Llegó el deseado momento del regreso a casa, una visita, 20 días después de año y medio lejos de los míos, y cambió el rumbo, mi vida y la mirada. Con la distancia, tomé perspectiva y fuerzas, y ví mi amor roto. Pasó el tiempo y se perdió ese asiento en el avión de vuelta a Cusco. En esas, murió mi abuela, 88  años de vida y de cariño sin linde; se fue, descansa y sigue en mi.
Termina el año, no quiero estar triste, quiero preparar la tierra de nuevo para la siembra. Aprender de lo vivido y dar gracias.

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