viernes, 9 de mayo de 2014

Cada mañana

Cada mañana la vida se impone con fuerza. El sol va saliendo poco a poco pero imparable, hasta alumbrar el día. Todo se pone en movimiento. Los pájaros pían y cantan, los árboles y las plantas siguen creciendo, brotando. Despertamos y comienza un nuevo día, bonito, brillante a estrenar. Prácticamente ya escrito. Lo tenemos lleno de cosas que hacer. ¿Cuánto espacio hay para que llegue algo inesperado, para la sorpresa, para lo nuevo? Cuando despierta el día es como si estuviera por escribir, como un hermoso papel coloreado en blanco. ¿Cuánto espacio dejamos a la vida?, ¿cuánto nos dejamos llevar? A veces el mero hecho de no llenar el tiempo, de tenerlo ahí delante desplegándose sin más, sin planes prefijados de antemano, nos agobia. Nos zarandea tanto espacio en blanco. En lugar de disfrutarlo queremos llenarlo, decimos "aprovecharlo". Y la vida pasa. Y todo momento tiene su sentido, todos están llenos hasta pueden estarlo de vacío, y no son momentos perdidos. Estamos en una sociedad de lo inmediato y de lo lleno. Todo debe llegar rápido, y todo el tiempo (que construimos en forma de agenda) debe estar lleno. No se propicia el tiempo de ser y estar, el tiempo de reflexionar, el tiempo de mirar para adentro y descubrir, el tiempo sin tiempo. Estamos más en el hacer, y mucho más, en el tener y en el acumular. Con prisa, intentando llevar ventaja al tiempo, pensando que no se nos va acabar y olvidamos quiénes somos y dónde estamos; pasamos de puntillas por el ahora. Cada mañana la vida se impone con fuerza. Respírala, y vívela cada instante. Fluir.

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