miércoles, 21 de mayo de 2014

Tengo encogido el corazón. Se me queman las tripas de angustia. Ayer revolvía tu habitación buscando pistas para saber dónde hallarte, para recuperarte…
Encontré bajo tu cama una caja con libros, muchos de ellos te los había regalado yo a lo largo de los años, aquéllos en los que todavía te gustaba leer. Siento que te pierdo. Ahora estás perdida. Te estamos buscando. Estoy muriendo en cada minuto de espera.
Encontré muchas cosas,  dolorosas para una niña de 14 años, porque para mí sigues siendo una niña, aunque la legislación española diga que a partir de los 13 años puedes tener relaciones sexuales sin ningún problema.
Pasan los minutos. Dónde estás y qué estarás haciendo, con quién. No puedo evitar que la mente se me vaya a pensar cosas terribles, y que se me siga encogiendo el corazón. ¿Qué no he visto, qué no hemos hecho, cómo has llegado a este punto? Vuelve, dime qué necesitas, cerca o lejos nunca he dejado de quererte. Vuelve. Te ayudaré a pegar los trocitos de tu vida.
No me perdono que te hayas ido convirtiendo en casi una extraña para mí. En tu habitación encontré retazos de ti y partes ajenas a la niña que yo conocía. El tiempo ha pasado y tal vez no he estado a la altura. Vuelve. No todo está perdido. Cuando te abracé el viernes sentí a esa niña pequeña y preciosa, por más que te maquilles, te tiñas el pelo, vistas ajustada o no quieras ir al instituto.

Vuelve. No hay familia perfecta, pero te queremos. Te quiero.

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